Sunday, March 21, 2010

De cómo perdí la Presidencia…




Quiero escribir un post-post. Regresar al habitual cotorreo que tanto me gusta, ya saben, donde yo nomás escribo babosadas y ustedes no comentan y a mí no me importa y sigo escribiendo tonterías.

Hoy, una compañerita de la escuela creó un grupo de Facebook donde se queja de que haya mucho frío en las mañanas y mucho calor en las tardes. Es chistoso porque esta compañerita tiene un serio problema de bochornos (descubierto por su servilleta y una amiga), si son lectores habituales del blog y tienen memoria fotográfica (como uno) recordarán que la compañerilla fue la musa de mis posts cotorros hace un año, justo por el mismo problema. Porque se abanicaba con su tarea de español a las 8:00 aeme mientras yo andaba con enorme chamarrota, porque para las 2 pe eme ya tenía la axila sudada y la cara de haber cruzado el desierto de Gobi de cojito tres veces y sin haber tomado agua, porque es la persona más chusca que uno pueda encontrarse, porque me quitaba mi lunch ("ay Saúl, dame de lo que estás comiendo") y porque, aunque usted no lo crea, fue esa niña la que me arrebató la presidencia en quinto de primaria.

Yo era el favorito al inicio de la campaña y parecía imposible que me vencieran. Mis oponentes eran un teto genérico (de esos que uno consigue en cualquier Sanborns, en el departamento de "Tetos Genéricos") y la compañerita chusca que describí arriba. Reuní en mi casa a varios amigos y sus amigos (unos veinte, maomeno) e hicimos pancartas, letreros y estampas con mi nombre; mis tíos y primos también se unieron a la campaña y para el día anterior de empezar con la campaña tenía tanta publicidá como si me fuera a candidatear pa' la presidencia municipal de cualquier pueblo rascuache. Si no es que más. Tenía a los más montoneros de la escuela de mi lado, además de que el voto masculino se inclinaba hacia mí (quién en su sano juicio querría que un teto o una niña con bochornos de su presidente). Yo tenía a las maestras, a quinto, cuarto y segundo (mi hermana era la encargada de la campaña en este grado) asegurados, la niña tenía kínder y el tipin, pos, tenía unos lentes muy chistosos. Justo después del primer día de campaña (que básicamente se trataba de dar vueltas a la escuela gritando el nombre del partido y el candidato) a la niña le dio una enfermedad de serie gringa, algo en las amígdalas, creo, que son un órgano inexistente inventado por las caricaturas.

La perdición para mi campaña.

Aun se debate sobre si la enfermedad fue un acto planeado o en serio pasó. Que si detrás de la niña de los bochornos está escondido un monstruo estratega o una persona con un sistema inmunológico de una pera.

El segundo gran golpe a mi campaña fue una súbita nueva propuesta de mi contrincante: el Día del Peluche. Un día donde todos podrían llevar a sus peluches a la escuela y hacer estupideces con ellos, de repente en toda la escuela se hablaba del Día del Peluche. Y nadie se acordó del muchachito tan simpático que tenía el perfil de Presidente.

En fin, en un extraño fenómeno pocas veces visto, el electorado se volteó hacia la niña. De repente perdí los pocos votos que tenía en kínder y en los primeros años de primaria, mi carisma y simpatía no podían contra la lástima que se sentía contra la niña y el día del peluche.


Fue demasiado.

El día de la votación, mi madre fue con las madres de los otros candidatos a supervisar el conteo de los votos. Ese día varios niños se me acercaron a enseñarme su boleta donde venía tachado mi partido además de que todos me decían que contara con su voto. Por un momento recobré la esperanza, pensé que tenía oportunidad de ser el próximo Presidente, me veía con la Banda Presidencial dando anuncios en las asambleas y teniendo juntas con la directora, me podía imaginar hablando frente al Congreso (porque mi escuela tiene diputados y senadores, güeys). Todo era perfecto.

El presidente del Instituto Electoral era mi amigo, creo, sólo recuerdo que alguien me dijo que había perdido las votaciones. Y no le creí. No quise creerle.

Al final del día se convocó a una ceremonia donde se anunciaría al ganador. La niña estaba tan asquerosamente segura y su mamá tenía la camarota grabándola, mientras que mi mamá tenía una de esas sonrisas que te dicen que perdiste la presidencia, que en ese momento supe que había perdido. Destaparon un pizarrón, la diferencia de votos era casi de 80 (yo tenía cerca de 150, ella tenía 200 y tantos, el tetazo ni llegaba a los 100). No lloré, no hice nada, no la felicité. De mi cara no salió ninguna expresión. Ya lo tenía planeado, no quería pasar por una vergüenza mayor, cuando la niña terminará de hacer sus estúpidas celebraciones de victoria (lloró, abrazó a sus amigas y le echaron una porra) me iría con mi mamá y me iría a mi casa.

Justo en ese año, el 2006. Se habló de fraude electoral, tanto en el país, como en mi escuela.

Los compañeritos no tardaron en nombrarme el Presidente Legítimo y a ella se le llamó espuria todo su periodo.

Se hizo justicia, pues. O si no pregunten, ¿quién es el que 4 años después sufre de bochornos? 


Yo no.

Salebái.

4 comments:

Ivan Brown said...

jajaja, brillante!

como siempre :P

saludos saul, ya serás presidente algun dia, quizas hasta de la republica xD

Anonymous said...

cada post es mejor que el anterior! me encanta tu blog

Miréia Anieva said...

Por primera vez comparto la opinión con un anónimo. Chale, anónimo ¡Deja tu teléfono o algo! ¿Qué tal que eras mi media naranja "y así"?

Tchiales, mano. Qué bonito le das a la escribida, we. Neta. Me gusta muchísimo cómo describes cada situación y las analogías que empleas.

Rifas.

Sergio "ex anonimo" jaja said...

que buen comment Miréia, solo por eso volví a comentar